"Ya hacía rato que el cantautor había cumplido su misión: conquistar un espacio ajeno. A diferencia de los grupos que salen a escena y lanzan un “bienvenidos” que altera la realidad (en todo caso, los bienvenidos, a la ciudad y a la sala, son ellos), el estadounidense era consciente de su condición de intruso e hizo lo posible por ganarse a la gente. En cierto modo, revirtió ese ritual en que se ha instalado la música en directo y que consiste en que el público de cada ciudad acuda a esas zonas francas llamadas salas de conciertos a admirar al artista en gira. Esa noche nadie descorrió las cortinas del escaparate de narcisismo ambulante. Por no haber, no había ni escenario. El trovador de mirada curiosa y guión flexible se infiltró humildemente en nuestra cena para cantarnos y contarnos unas cuantas historias. Sin más".
dimarts, 9 d’abril del 2013
Lach i l'Anònims a Rockdelux
Nando Cruz firma a l'edició digital de la revista Rockdelux un extens article sobre el concert que Lach va oferir el mes passat a l'Anònims de Granollers (organitzat per Retrovan Records en col·laboració amb Fressa Ent, Trilogy Rock i el propi Anònims). El poden llegir a l'enllaç següent, i els el recomano molt sincerament:
"Ya hacía rato que el cantautor había cumplido su misión: conquistar un espacio ajeno. A diferencia de los grupos que salen a escena y lanzan un “bienvenidos” que altera la realidad (en todo caso, los bienvenidos, a la ciudad y a la sala, son ellos), el estadounidense era consciente de su condición de intruso e hizo lo posible por ganarse a la gente. En cierto modo, revirtió ese ritual en que se ha instalado la música en directo y que consiste en que el público de cada ciudad acuda a esas zonas francas llamadas salas de conciertos a admirar al artista en gira. Esa noche nadie descorrió las cortinas del escaparate de narcisismo ambulante. Por no haber, no había ni escenario. El trovador de mirada curiosa y guión flexible se infiltró humildemente en nuestra cena para cantarnos y contarnos unas cuantas historias. Sin más".
"Ya hacía rato que el cantautor había cumplido su misión: conquistar un espacio ajeno. A diferencia de los grupos que salen a escena y lanzan un “bienvenidos” que altera la realidad (en todo caso, los bienvenidos, a la ciudad y a la sala, son ellos), el estadounidense era consciente de su condición de intruso e hizo lo posible por ganarse a la gente. En cierto modo, revirtió ese ritual en que se ha instalado la música en directo y que consiste en que el público de cada ciudad acuda a esas zonas francas llamadas salas de conciertos a admirar al artista en gira. Esa noche nadie descorrió las cortinas del escaparate de narcisismo ambulante. Por no haber, no había ni escenario. El trovador de mirada curiosa y guión flexible se infiltró humildemente en nuestra cena para cantarnos y contarnos unas cuantas historias. Sin más".
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